La genialidad de los artistas y sus problemas de visión
Es conocido que muchos pintores, escultores, músicos tenían cierta discapacidad que los hacía únicos, así Ludwig van Beethoven, considerado uno de los compositores más importantes y preclaros de la historia, sufrió de sordera.
Hoy vamos a descubrir los problemas de visión que azotaron a ciertos pintores impresionistas del siglo XIX, que lejos de acabar con su carrera artística, consiguieron que ésta brillara con luz propia, dotando a sus creaciones de características únicas.
La repetición de ciertos tonos, elementos y técnicas, así como perspectivas y puntos de vista que nadie percibía del mismo modo, y que ellos utilizaron para dotar de vida propia a sus cuadros.
Vincent Willem van Gogh, de origen holandés, autodidacta de carácter fuerte. Abandonó los estudios por voluntad propia a temprana edad y tras pasar por varios trabajos, dio rienda suelta a su pasión por la pintura dejando unos 900 cuadros y más de 1600 dibujos.
En su última etapa sufrió de xantopsia (del griego xantos, amarillo) patología visual que le hacía ver en tonos amarillentos. Sus creaciones de los años 1888 y 1889 son conocidas incluso como época amarilla, por el gran protagonismo que cobró este tono en sus creaciones.
Plasmó este color en muchas de sus obras más conocidas, Los girasoles, La casa amarilla, Campo de trigo al sol con segador, e incluso le dio cierto tono amarillo predominante a sus retratos como en el caso de Dr. Gachet o La Arlesiana.
El pintor además sufrió de crisis glaucomatociclíticas. Enfermedad que provoca el oscurecimiento de la córnea, haciéndole ver halos circulares alrededor de los puntos de luz, causantes seguramente de los halos amarillos alrededor de los focos de luz de otra de sus grandes creaciones La noche estrellada.
Ciertos expertos lo atribuyen a la intoxicación por el plomo de sus pinturas, al absenta o al tratamiento con la planta digitalis purpurea, que el pintor siguió por prescripción médica.
Sea lo que fuere, lo dotó de una visión única, que produjo creaciones que nos siguen atrapando a un sólo vistazo.
Oscar-Claude Monet es uno de los padres del impresionismo, no en vano, el término impresionismo deriva de su obra Impresión, sol naciente. Genial pintor francés que utilizaba la distorsión con grandes pinceladas, eliminando así el detalle y consiguiendo otro tipo de detalles. Técnica que se acrecentó bastante a partir de 1908, cuando el pintor ya contaba con 60 años.
Los oftalmólogos nos han dado una explicación, Monet sufría de cataratas. Veía borroso e incluso en tonos ocres, por el oscurecimiento de su córnea. Esto hizo que en sus creaciones dejaran de estar presentes el azul y violeta, tan característicos en sus cuadros de la época anterior.
Edgar Degas, pintor y escultor francés considerado igualmente fundador del impresionismo, término que él rechazaba y prefería llamar “arte realista”, reflejo de sus pinturas. Captó a la perfección las sensaciones y movimientos, especialmente en sus cuadros de bailarinas, desnudos y carreras de caballos, así como en sus retratos, famosos por la realidad que transmiten.
En el caso de Degas, su patología ocular no le influyó en lo colores. En su fijación por la pintura de interior, y así en su obsesión por el ballet y el teatro. A partir de los 36 años empezó a sufrir degeneración macular, inflamación de la mácula, seguramente hereditaria. Esto le provocaba sensibilidad a la luz potente, hecho que hizo que se decantara a pintar en lugares de interior, que al final se convirtió en su marca de identidad.